¿Qué es lo que puede surgir cuando dos escritores como Neil Gaiman y Terry Pratchett deciden crear una obra en colaboración? Una maravilla.
Si has descubierto Buenos Presagios gracias a la serie que está emitiendo Amazon Prime Video, te recomiendo que no te leas el libro hasta terminar de tragarte esa locura que llaman adaptación.
Una de las especialidades de estos dos autores es crear mundos propios y aquí se salen.
Vamos al grano: el mundo va a acabar en una semana y la culpa de todo (o no) la tiene un niño que es el puritito Anticristo (no en plan descriptivo, tipo qué niño tan pieza, no, es Satanás en la tierra). El caso es que todo empezó hace 6.000 años cuando Azafarel, un angelote con gusto por la comida y la bebida fina y escogida, y Crowley, un demonio que en el fondo no es malo con saña, sino porque cumple con su trabajo, la liaron a cuenta de que a uno le pidieron que tentara a la pareja que andaba queriéndose en el jardín cubiertos con ramas y al otro que vigilara el muro del Edén (el orden es inverso, lógicamente). La cosa no acabó bien y surgió la Humanidad, con su libre albedrío y esas cosas.
Vayamos al grano: el mundo tiene que acabar porque después de 6.000 años los jefes de arriba (el cielo) y los de abajo (el infierno) andan aburridos y deciden que mejor empezar de cero con una buena destrucción total del mundo. Como la cosa da pereza, que lo haga el niño enviado (asap el Anticristo) y escenario resuelto.
La cuestión es que, a veces, los niños son capaces de responder con una lógica aplastante frente a los desmanes mentales de los adultos (e, incluso, de las idas de olla de los seres supremos)