
Bueno, bueno, bueno…¿Pensábamos que Traspié iba a poder llevar una vida tranquila en su cabaña a la vuelta de su ruta tras el pillín y confiado príncipe Dedicado? No, hijos míos, no, la rueda sigue girando y en el castillo de Torre del Alce se suceden los líos que, misteriosamente, siempre acaban teniendo a Traspié por medio.
Empecé esta segunda parte y no pude evitar que se me escaparan unas cuantas lágrimas, aún ahora se me hace un nudo en la garganta, pero no os puedo contar por qué porque os fastidio la oportunidad de que, al leer la primera parte de esta trilogía de «El Profeta Blanco» de Robin Hobb, lloréis un poco así como no queriendo, en plan disimulo. Si no lloras no tienes corazón.
Aquí vamos con la segunda parte, el bufón es ahora Lord Dorado y pasa de hacer cabriolas a que se le va la pinza a base de bien. Es un lord, vive en el castillo, y Traspié/Tom es su criado, ¿cómo se te queda el cuerpo?. Hobb es retorcidilla, siempre haciendo sufrir a este pobre hombre que lo único que quiere en la vida es que le dejen en paz.
La cosa está tensa en el castillo y a la reina Ketrickken (la madre de Dedicado, el príncipe díscolo que generó las aventuras del primer volumen de esta trilogía) le apetece un poco organizar una boda para su hijo, porque las madres, por lo general, en los libros, tienen como mucha predilección por celebrar bodorrios. ¿Y de dónde sacamos a la novia? Ay amigos, aquí viene lo bueno, ¡de las Islas del Margen! Sí, sí, sí, las islas asquerosas esas que fueron el origen del mal de las Velas Rojas que a su vez son parte del argumento de «La trilogía del Vatídico». Lo entiendo, ve a dar una vuelta antes de seguir leyendo porque te ha cortocircuitado la neurona.
Vale, yo sigo, de las islas del Margen, donde viven los marginados (¿hola?) llega una narcheska que como que ganas de casarse con el príncipe, lo que se dice ganas, no tiene pero algo esconde porque tiene que aceptar a regañadientes. En la espalda presenta unos tatuajes muy locos que la hacen delirar y sufrir, pero eso no lo sabe casi nadie. Aquí hay tema. Elliana se llama la criatura, y tiene un carácter intensito, resulta que en sus islas las que mandan son las mujeres y los hombres pues como que no cuentan mucho, y no se le ocurre otra cosa que pedir la cabeza de un dragón si los de los Seis Ducados quieren tenerla como reina futura (cuando se case con Dedicado). Eso es un órdago a la grande y como el príncipe es joven y tiene ganas de triunfar en la vida va y dice que sí, guapi, que voy a tus islas y te consigo la cabeza del dragón que tú quieras.
Mientras tanto a lord Dorado (aka bufón) se le cruzan los cables porque en sus visiones (veooo visioneees como esa canción de Los Gritos) si alguien mata al dragón es como si se acabara el mundo y empieza con la cantinela de que tiene que evitar que eso pase. Os imaginaréis la papeleta para Traspié con este asunto, porque él tiene que estar de parte de Dedicado sí o sí…
Por cierto Ortiga (la hija de ∋ÈŒŠÕÓ) entra muy a menudo en escena porque también hace cosas con la mente, entre ellas irse de cuchipandi nocturna mental con una dragona que al parecer tenían escondida los vecinos del Mitonar (os tenéis que leer la trilogía de «Las leyes del mar» para entenderlo, yo no puedo resumir más) porque ya ves tú, esconder un dragón en el mundo es una cosa SÚPER FÁCIL.
Así las cosas, príncipe tiene que casarse con princesa, princesa sale pejiguera y dice que vale pero me traes una chuchería, reina intenta negociar con los picazos que siguen muy locos, los del Mitonar dicen que tienen un dragón pero que es suyo, lord Dorado está desquiciado, Traspié no sabe si va o viene…pero más está de ir que de venir a matar al dichoso dragón. ¿Irá finalmente?