
Qué os puedo decir de este libro, lo leí despacio porque temía que acabara. Y es que Neil Gaiman me vuelve a enamorar en El océano al final del camino, como ya hizo antes con Neverwhere. Es su capacidad de llevarte a lugares extraños, peligrosos, bellos y terribles sin que puedas coger el aliento. Porque si respiras puede que pase algo terrible.
No es fácil escribir los recuerdos de un niño sin caer en la ñoñería, pero Gaiman da voz a los recuerdos de un personaje sin nombre a cuya familia cerca el mal (con sentido del humor, porque Gaiman no puede evitar ser mordaz, cruelmente gracioso en las peores situaciones). Y es que en mi caso, que tuve la suerte de pasar largos veranos en un pueblo donde salir a explorar desde primera hora de la mañana todo un universo de sonidos, bichos, colores era la tarea de cada día, entiendo perfectamente a un chiquillo que quiere saber qué hay más allá. Sin miedo a nada.
Lettie y Ursula son las dos antagonistas que acompañan a nuestro pequeño en su viaje de descubrimiento de lo que será luego el mundo. Porque el bien y el mal se necesitan, uno no tiene sentido sin el otro.
El secreto, creo, está en saber llevar tu propio océano en un pequeño cubo.