Otro de los libros que tenía pendiente, comprado por impulso en alguna librería de paso durante algún viaje que no recuerdo, y desgraciadamente relegado por otras lecturas durante varios años.
Haruki Murakami es un maestro del alma humana ligeramente atormentada, de aquellos que se preguntan si realmente todo lo que hacemos importa a alguien, si quien toma las decisiones es uno mismo o, por mucho que lo intente, no puede evitar seguir una ruta que otros (¿el destino?) marcan en un juego de sombras.
El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas son dos historias paralelas en dos escenarios que pueden parecer antagónicos pero que, desde mi punto de vista, son el mismo con diferente atrezzo. En ambos la persona tiene una función marcada, en ambos los acontecimientos priman sobre los protagonistas de los mismos.
Dos mundos: el país de las maravillas es un Tokio en un futuro en el que dos fuerzas luchan por tener el control de los datos (¿a que no sorprende?) en una pelea en la que las personas no importan, sólo los resultados, y el fin del mundo, un lugar amurallado, rodeado de unicornios, donde los ciudadanos existen sin hacerse preguntas, realizando las funciones encomendadas, respondiendo como nombre a la tarea que realizan (El Guardián, El Lector de Sueños…)
Es una novela cruda, intensa, extraña que desde mi punto de vista invita a reflexionar sobre la importancia que le damos a las cosas y a nosotros mismos, sobre la necesidad de parar de vez en cuando para preguntarnos si la vida que llevamos es, realmente, la que nosotros hemos decidido.